Ni Zaragoza ni Barcelona: 2022, una nueva derrota de los Pirineos olímpicos
El alcalde de Barcelona ha enterrado el proyecto de los Juegos de 2022; ya antes lo había hecho Zaragoza. La lista de iniciativas fallidas resulta alargada.
La retirada de la candidatura de Barcelona 2022 a los Juegos de Invierno supone el enésimo paso atrás de quienes aspiran a impulsar un proyecto olímpico en los Pirineos. El alcalde de Barcelona, Xavier Trías, anunciaba el viernes la renuncia de su propuesta olímpica para 2022, aunque deja abierta la puerta a una nueva iniciativa en 2026.
Largo está siendo el peregrinaje olímpico de la cordillera pirenaica. Y muy poco ‘productivo’. En Jaca, la ciudad con más aspiraciones olímpicas, se han llegado a celebrar, con los clásicos aros, los Juegos de la Juventud. Pero está lejos de una gran celebración olímpica.
Tal vez fue Jaca 98 la propuesta que más cerca estuvo de dar la campanada. Se presentó el proyecto en Birmingham , en 1991, cuando aún no existía la selección previa, y superó varias votaciones. Generó expectación e ilusiones, aunque fue finalmente, la japonesa la elegida para organizar los Juegos Olímpicos de Invierno.
Y a su vera, la mejor construida fue la apuesta de Jaca 2010. Sin embargo, los problemas de infraestructuras, equipamientos y plazas hoteleras echaron por tierra el proyecto olímpico.
Las conclusiones del Comité Olímpico Internacional (COI) plantearon entonces un giro en la propuesta aragonesa para impulsar una candidatura: el cambio de Jaca por Zaragoza. Fue el actual alcalde de Zaragoza, Juan Alberto Belloch, con el respaldo del presidente del Ejecutivo Marcelino Iglesias, el que presentó la idea: Zaragoza 2022. Atrás había quedado otro proyecto en el que se barajaba una candidatura con Andorra, que nunca llegó a concretarse.
Sobre el papel, Zaragoza cumplía con los requisitos –siempre inciertos- del movimiento olímpico. Ofrecía hoteles de calidad –que siempre han preocupado a los dirigentes del COI-, infraestructuras y se barajaban alternativas para llegar con rapidez al entorno pirenaico.
Ofrecía serias lagunas: el estadio olímpico era La Romareda –que ahora se proponía como subsede de Madrid 2020-; había que construir varios edificios para el hielo –el Príncipe Felipe no servía-; y era preciso validar algunas pistas, sobre todo, la de descenso en Cerler. Aun así, el alcalde impulsó la iniciativa. Que tuvo una rivalidad inesperada a las primeras de cambio: Barcelona, entonces con Hereu en la alcaldía, quiso también sumarse a la carrera –de la que ahora, de momento, se baja-.
Zaragoza fichó a Manuel Fonseca, impulsor de Barcelona 92 y de Jaca 2010 y peso pesado en el Comité Olímpico Español, y comenzó a andar en una iniciativa en la que fallaba, por encima de todo, aquello por lo que suspiraba Fonseca: la credibilidad.
Tampoco Barcelona las tenía todas consigo. Se querían utilizar los Juegos como escaparate, como promoción de la ciudad y del entorno, algo de lo que quiere huir por encima de todo el Comité Olímpico Español. Y el desgaste económico de la carrera, en 2010, en pleno crecimiento de la crisis, resultaba inaceptable.
En esa carrera paralela entre Zaragoza y Barcelona, repletas de obstáculos ambas candidaturas, surgió una iniciativa política impulsada tanto desde el Ayuntamiento como desde el Gobierno de Aragón; y asfaltada también en Barcelona: ¿por qué no crear una candidatura conjunta de ambas ciudades, agrupadas bajo el lema ‘Pirineos’?
Lo propuesta era singular y llamativa: rompía con los argumentos del COI –no era una ciudad, sino una cordillera-, impulsaba dos sedes –algo que tampoco podía aceptar el movimiento olímpico-, ahorraba costes en plena crisis, pero, sobre todo, no tenía ningún futuro. Algo que buscaban los responsables políticos de ambas propuestas. Era una forma de ‘matar’ con dignidad unas candidaturas surgidas sin sustento ni credibilidad.
El propio Jaime Lissavetzky, por aquel entonces secretario de Estado para el Deporte, propuso una candidatura conjunta, que llegó a ‘cocinarse’ en los entresijos de la política, con conversaciones entre ambos Ayuntamientos.
Cuando el director de la apuesta zaragozana, Manuel Fonseca, tuvo conocimiento de aquella idea, deshizo la madeja y echó para atrás una iniciativa que había sido acogida con buenos ojos por la Generalitat.
Zaragoza y Barcelona se adentraban en una compleja encrucijada. Belloch se encontraba inmerso en su propuesta de tranvía, con una importantísima inversión –que nunca tuvo en cuenta los proyectos de una ciudad olímpica- y Barcelona tampoco veía claro el futuro de la candidatura pirenaica. Para complicar aún más las cosas, Madrid había insistido en su propuesta para los Juegos de 2020.
Con esa falta de convicción, era natural que los proyectos no prosperaran. Cada una de las iniciativas fue cayendo con el tiempo. Primero, la de Zaragoza. Ni Chunta Aragonesista ni Izquierda Unida permitían en su programa de gobierno la continuidad de la candidatura. El tripartito acabó con la idea.
Ahora, son Barcelona y el alcalde Trías los que ponen fin –al menos de momento- a la aventura de los Juegos. Por medio, Madrid se apeó, con gran duelo y estupor, de la aventura olímpica…
FUENTE: Heraldo de Aragon
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Finalmente no habrá representación española en la carrera por los JJOO de Invierno de 2022. Una decisión que son duda tendra su repercusión en futuras candidaturas, este parón tiene que servir para reflexionar y para empezar seriamente con el desarrollo y aopoyo de los deportes de hielo y nieve en nuestro país. Solo así podremos crear una cantera y una afición que nos ayudaría enormemente a majorar cualquier proyecto olímpico.
Muy posiblemente Zaragoza y Barcelona se verán las caras para la edición de 2026, una "lucha" que puede ser muy positiva para conseguir el mejor proyecto olímpico español.
Acerca del pasado de los JJOO de Invierno en España, os dejo el enlace a un reportaje que ya se publicó en el blog y que contiene información mucho mas detallada que la ofrecida por los medios de comunicación:
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