13.3.10

Las enseñanzas de Vancouver 2010



Después de Vancouver

Los juegos de Vancouver clausurados hace una semana demuestran que el modelo defendido por la candidatura de Zaragoza para organizar la cita en el 2022 es válido. Una ciudad de mediano tamaño sin excesiva tradición invernal pero unida eficazmente con un dominio esquiable a alrededor de hora y media en coche. Parece que es justo el modelo que busca el Comité Olímpico Internacional después de experimentarlo con éxito en Canadá y en Turín hace cuatro años.

Se trata de un arma de doble filo para las aspiraciones aragonesas, pues desde similar perspectiva, el planteamiento de Barcelona también entraría en los parámetros de moda. Como el de otras ciudades con características similares que ya han mostrado su interés por la carrera olímpica. En el fondo, el COI ya no valora los pequeños enclaves invernales, como ocurrió reiteradamente cuando a finales del siglo pasado se valoraron candidaturas como las de Albertville, Lillehammer o la del encantador enclave de Lake Placid, en el estado de Nueva York.

La cita canadiense también pone de manifiesto que sin un país que viva el acontecimiento desde una cierto efervescencia deportiva será imposible convencer a los territorios que con su voto determinarán la sede de los próximos juegos. Así lo han advertido ya tanto el alcalde zaragozano, Juan Alberto Belloch, como su teniente de alcalde de Deportes, el aragonesista Manuel Lorenzo Blasco. Y esta circunstancia, que puede convertirse casi en eximente en una votación internacional, tampoco pasó desapercibida a ojos de la más madrugadora delegación barcelonesa, que también aprovechó los juegos de Vancouver para agitar sus ansias olímpicas. Sin afición y, lo que es más importante, sin programas específicos para formar deportistas de élite es imposible concurrir en el escenario mundial con mínimas garantías de éxito. Solo hay que ver lo que ocurre en otras disciplinas, como el atletismo, en la que cualquier olímpico ha pasado antes una temporada en un centro de alto rendimiento o, cuando menos, se ha puesto en manos de algún programa ADO, tanto él como sus preparadores.

Con estas enseñanzas, Vancouver marca el camino para que Zaragoza inicie el primer asalto de su lucha por la designación como sede olímpica. De aquí al 2013, cuando el comité nacional debe decidir entre las dos precandidaturas en liza, habrían de sentarse ya las bases de un programa para comenzar a formar deportistas blancos de élite. Y no sería mal ejemplo el de países, como Francia, que comienzan por estimular la formación en ese terreno de miembros de sus cuerpos y fuerzas de seguridad. Al tratarse de disciplinas muy vocacionales y ante su escasa profesionalización, el modelo es a tener muy en cuenta. Al tiempo que completan su formación física, y con la garantía de su puesto como funcionarios, se consigue un equilibrio que no se da en España y en otros países con condiciones socioeconómicas y geográficas muy similares.

Al mismo tiempo, sería muy necesario que en tres años finalicen las infraestructuras que garantizarán la conexión segura de Zaragoza con el escenario invernal. La candidatura aragonesa daría un salto cualitativo frente a la competidora barcelonesa. Fue una lástima que el ministro de Fomento, José Blanco, perdiera la oportunidad de adquirir este compromiso en su reciente visita a Huesca y a Barbastro para inaugurar un tramo de la autovía A-22 y para pronunciar una conferencia y participar en un coloquio con la sociedad civil altoaragonesa. Y no porque no se le preguntara por el calendario de obras como la autovía Jaca-Nueno, imprescindible para las aspiraciones olímpicas aragonesas. O por el ritmo de renovación de la N-260, y la supresión de Cotefablo como puerto obligado, y siempre comprometido en invierno, de paso entre valles para comunicar con Benasque. Aunque es pronto y hasta el 2022 seguro que hay tiempo más que suficiente para culminar estos proyectos pirenaicos, la velocidad y la garantía de finalización son factores importantes para los comités de selección.

Tampoco conviene perder de vista la necesidad de establecer un plan económico que permita garantizar aquellas inversiones específicas para los juegos, básicamente en cuanto a las instalaciones para deportes de hielo. No debería repetirse el fiasco de Turín, con lo que la concurrencia de la iniciativa privada es muy pertinente. La lógica invitaría, por ejemplo, a buscar el acuerdo para levantar un palacio de hielo que no debería construirse exclusivamente con cargo a fondos públicos, buscando fórmulas de retorno de la inversión. Si dudoso es que la ciudad deba levantar un estadio deportivo para un club de fútbol, por mucho que se llame Real Zaragoza, la justificación social o política para desembolsar una alta cantidad en un espacio para deportes de hielo es más dificultosa, por cuanto no responde a una necesidad salvo que los antedichos programas de estímulo deportivo fructifiquen y se popularice la práctica de alguno de estos deportes. Es obligación del ayuntamiento zaragozano, así como del resto de instituciones implicadas en el consorcio que defenderá la candidatura, la búsqueda de estas fórmulas para conseguir que realmente cunda la percepción ciudadana de un compromiso económico sostenible.

Solo así se conseguirá avanzar y unir voluntades en torno a un proyecto ilusionante que tras mirarse en el espejo de Vancouver debe caminar con paso fuerte para abrirse camino de dentro hacia fuera. Convenciendo a los aragoneses de sus bondades y proyectando al exterior la solidez y la credibilidad tras intentos anteriores que en algunos casos no pasaron de mero ejercicio de voluntarismo.

FUENTE: El Periodico de Aragon

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Esperemos que el viaje haya sido beneficioso y que Zaragoza tome como propias varias de las ideas propuestas por Vancouver 2010. La ciudad canadiende propuso unos JJOO muy similares a los que Zaragoza puede ofrecer, asi que es de vital importancia haber tomado nota de como se desarrollaron dichos Juegos Olimpicos.

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